domingo, 19 de febrero de 2012

San Antón en León: Artícuos Héctor-Luis Suárez



Autor: Héctor-Luis Suárez Pérez
Facultad de Educación U.León
Conservatorio “Crist óbal Halffter”, Ponferrada.


Fotos: Archivo Bierzo 7: fotos de S. Antón en Calamocos y Cacabelos.
Publicado la semana del 17 de enero del 2004 BIERZO 7


Título: De San Antonio “laconero” por El Bierzo.


Se aproxima el próximo día diecisiete de enero la festividad de San Antón, que es como popularmente se conoce a San Antonio Abad, ancestral patrono de los animales.

El barbado San Antón, en los altares ha sido presentado iconográficamente con su indumentaria propia de abad monacal, es decir, cubierto con dalmática en color pardo con una enorme Tau al pecho. Se acompaña de su báculo, la llama, símbolo de la enfermedad de la que es abogado y de la esquila mendicante, instrumento que servía de aviso sonoro para evitar contagios. Casi siempre se representa con su “gocho” a los pies, portando en ese caso la esquila el cerdo. El origen de su devoción es medieval, procede Italia y fue introducida en la península ibérica por los monjes hospitalarios. Con el devenir de la historia alternará su patronazgo relativo al mundo animal con otro gran santo: S. Fco. de Asís, patrón de los veterinarios.

El tiempo que le tocó vivir al bueno de Antonio fue propicio para la propagación de una contagiosa enfermedad conocida como la “flama”. Esta peligrosa peste era transmitida por los cerdos, animales entonces de tránsito libre por las calles de muchos lugares. Por ello, simbólicamente aparece el animal a los pies del Santo, dado que también fue un cerdo quien directamente se relacionó con su trayectoria milagrosa. Su presencia, de algún modo ha contribuido a convertirlo en abogado contra esta enfermedad. A partir de entonces, las casas y los hospitales de la orden hospitalaria sufragaban sus gastos anuales con la venta en dicha festividad de un cerdo. Animal que durante el año, campaba libremente por las calles y era engordado por la caridad del vecindario. Esta costumbre todavía se conserva en lugares muy puntuales de nuestro pais y nuestra provincia.

La figura de San Antón, tradicionalmente ha sido un peso pesado en el calendario religioso. En especial, dentro de los cultos cristianos vinculados al ámbito agrario y rural en general. Pero, en el Bierzo, quizá la acepción popular por la que dicho santo es más claramente identificado entre nuestros paisanos y marcadamente entre los de origen rural, es la de San Antonio “laconero” o “laconeiro”.

Quizá para otros bercianos de distinto origen, esta denominación tal vez simplemente les sonará sólo con la ayuda del campo de los refranes. Así por ejemplo, rezan los sabios y pedagógicos adagios que: “Por San Antón, la pita buena pon y por La Candelaria, la buena y la mala”, dando con ello durante siglos veladas pautas para el paisanaje sobre la normalidad de la productividad de las gallinas caseras por estas invernales fechas; o este otro: “San Antonio laconero: echa tocino al puchero”, en claro ánimo y recomendación de festejar la fiesta a todos los niveles rompiendo la lógica austeridad post-navideña; o : “Si sale con barba San Antón, y sino la Purísima Concepción”, etc.

La abundancia de dichos y refranes es un claro reflejo de la popularidad pretérita del Santo, de su festejo religioso y de todo lo que socialmente durante siglos les ha rodeado; circunstancias naturales en toda economía agraria por lo general de subsistencia, como la berciana. En aquella sociedad, poco letrada y desde el plano simbólico y de creencias tan a caballo entre lo religioso y la superchería, el culto y festejo de ciertas divinidades se convertía en una obligada efeméride a todos los niveles. Esto ocurría en el ámbito agrario con el culto a San Antón, especie de santo talismán o protector de los animales, que eran elementos fundamentales en la economía familiar tanto a nivel de trabajo como alimenticio.

Con respecto a su culto, según lo que se verá en este artículo y a juzgar por su peculiar liturgia, se podría aventurar que desde sus orígenes tampoco debió separarse de los habituales criterios de cristianización de costumbres o cultos de índole naturalista y de sus respectivos rituales.

BENDICIÓN DE ANIMALES

En la comarca berciana, rara es la persona mayor que no recuerde como en su pueblo o en alguna localidad próxima se celebraba San Antonio laconero. En especial, en lugares donde su imagen se conserva y venera en la iglesia o ermita local o si se trata además del patrón del pueblo. Principalmente entre los niños, su popularidad radicaba en la curiosa vinculación de ciertos actos religiosos con el mundo animal. En ese día, durante la misa en honor del santo y tras la procesión, se procedía y procede a bendecir los animales caseros y bestias de carga en el atrio de la iglesia. Esta bendición, en ocasiones se realizaba dentro del templo, si la climatología lo obligaba, tolerándose la simpática y paradójica presencia animal por razones obvias de protagonismo. Tan peculiar estampa, resulta inolvidable y entrañable para quienes la hemos contemplado en alguna ocasión.

Todavía quedan localidades bercianas, luego mencionadas y del resto de la provincia, que mantienen muy viva esta tradición. Por ejemplo Astorga y su comarca, La Bañeza y varias localidades de la ribera del Órbigo, o en la del Esla como Algadefe o Villademor de la Vega; en El Páramo en Laguna de Negrillos; en la propia capital leonesa, en los llanos del Payuelo en las Grañeras, o en la Montaña en lugares como Aviados, como se puede seguir gracias a la prensa de esas fechas.

SORTEO DEL “COCHO” Y DE LAS MANOS Y JETA.

Entre los ejemplos relativos al Bierzo claramente destacan los ejemplos de Cacabelos y de Calamocos por su popularidad local y grado de participación del vecindario. En ambos casos, sacerdotes y vecinos se han comprometido a preservar la tradición del olvido y a convertirla en una tradición viva que se adapta a la realidad actual. Para ello, en ambos lugares los protagonistas habituales, -animales de explotación caseros hoy en claro receso-, paulatinamente van siendo sustituidos por modernas mascotas de compañía de todo tipo que son presentadas con el mismo entusiasmo de antaño por adultos y niños y ¡aquí no ha pasado nada¡.

En Calamocos, además de la mencionada de la bendición animal, se mantienen dos de las tradiciones más singulares y generalizadas a todo el territorio ibérico y provincial relativas al culto al santo. En primer lugar, durante el desarrollo de un sencillo y entrañable acto, se conserva la ancestral rifa del cerdo de San Antón en el atrio parroquial, una vez finalizada la procesión. En el atrio de la iglesia de Calamocos, el cerdito, pequeño pero no lechón, rebulle en un escaño con el respaldo vuelto cara a la pared, a modo de improvisado cubil, mientras cercado y sorprendido, degusta los caramelos que le dan niños y curiosos que lo visitan momentos antes de adquirir la rifa.

La numeración de la rifa, una vez otorgado el “cucho”, también permite acceder a la subasta o sorteo de los productos curados del cerdo: careta o jeta, orejas y manos de cerdo, que perpetúan lo ancestral en la celebración de Calamocos continuando la tradición. Estos productos, antaño por costumbre y de peor o mejor gana, eran ofrecidos al sr. cura del lugar por los vecinos o por los devotos ofrecidos para tal menester. Hoy en día esta tradición ha caído en desuso en muchos lugares del Bierzo donde se mantuvo hasta no hace mucho. Así, numerosas localidades que jalonan el valle bajo del Sil, como Requejo o Valiña, compartieron la costumbre con otras del alto curso y del resto de la comarca berciana, por ejemplo algunas del contiguo valle al del alto Sil en Matalavilla.

En la actualidad lamentablemente en el Bierzo, salvo en los lugares citados y algún otro de celebración más modesta, además de la bendición, procesión y la cría y sorteo del cerdo y subasta de sus productos para el puchero, el reparto de panecillos o “cotinos”, etc., se han perdido los cánticos y ramos propios de la fiesta que, aquí como en otros lugares de la provincia, existieron y que eran entonados por los vecinos, los cofrades y los devotos del Santo. También se han perdido los recitados de sucedidos a modo de copla satírica y sin duda, alguna que otra feria o romería bien dotada de lacones con cachelos, botillos en su punto y pulpo.

Los actos tradicionales fraguan la condición de ciudad y por ello, tal vez, en el ámbito urbano de la moderna Ponferrada, desde el punto de vista social y religioso, no sería descabellado pedir a alguna de las pujantes cofradías de semana santa, en especial a las de mayor raigambre, que incluyeran en sus actos anuales el procurar el culto al “laconero” y a sus tradiciones. Con ello, el ideario cofradiero no se resquebraja y se podría procurar que ciertas costumbres pías, olvidadas, como esta o la de San Blas de Campo, que alternan lo religioso, lo social y lo gastronómico desde siglos no se perdieran.

Reflexionen sobre ello, merece la pena aunque solo sea desde el punto de vista de intentar velar por los aspectos quizá más infantiles del asunto, es decir, los de fomentar la ilusión de los niños que lleven su mascota a bendecir continuando la tradición cristiana que profesaron sus antepasados. De todos modos siempre nos quedará Cacabelos y Calamocos.



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